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                                                                    CARCASSONE

 Cuando vamos a la conocida localidad francesa de Carcassonne, nos quedamos quizás con la ciudad medieval amurallada encaramada en la colina, pero la Basse Ville, la ciudad baja, también tiene su encanto particular, siendo un magnífico punto de partida para visitar la región del Languedoc. Carcassonne es un tesoro histórico que no debemos dejar de visitar.
Hay que tener en cuenta desde el principio que la ciudad amurallada se halla encaramada en la colina, por lo que la caminata empezará desde el principio. La entrada es libre en la mayor parte de la ciudad. Sólo los castillos y las torres requieren de una entrada. Una vez que atravesamos el puente levadizo, sobre un foso ya seco, es posible apreciar los muros dobles que hicieron de Carcassonne una ciudad impenetrable. Se puede pasear por la parte externa de las murallas, contemplando la ciudad y los alrededores. Resulta curioso observar los agujeros de las flechas hechos en las paredes.
La primera vista de la ciudad quizás a lo mejor no os guste tanto. Las calles están abarrotadas de tiendas de souvenirs, espadas de plástico y castillos en miniatura. Hay una mazmorra infantil y un montón de cafeterías. Sin embargo, una vez que nos escapamos de estas calles, otras ya sí nos muestran el encanto de lo medieval. Magníficas construcciones de piedra, estrechas callejuelas de adoquines que han visto pasar innumerables generaciones en sus 2000 años de historia.
La Carcassonne de hoy se inició con la ocupación romana en el 10 a.C. Durante siglos, las fortificaciones se aumentaron y mejoraron. En el siglo V los visigodos construyeron los muros casi impenetrables. La ciudad quedó bajo el control de la Corona francesa en 1247, dando Luis IX, y su sucesor, Felipe III, la oportunidad de reforzar los muros. Fue durante este período cuando se desarrolló la ciudad nueva.

En los siglos XVII y XVIII, Carcassonne pasó a un segundo plano en cuanto a importancia militar, desmoronándose algunos de sus muros. A mediados del siglo XIX, el Gobierno francés, volvió a restaurar la ciudad a su antigua gloria.
Pero Carcassonne no sólo es la ciudad vieja, medieval e intacta, sino que el turista se sorprende de que el castillo no aparece aislado, sino que la ciudad cuenta con excelentes centros comerciales, y varios restaurantes que sirven la excelente gastronomía local. Cuenta con edificios atractivos y pintorescos, plazas y calles adoquinadas que nos hacen ver que estamos en un tiempo totalmente diferente.
 También tenemos el gran atractivo del Canal du Midi, que cruza la ciudad. La estampa de los barcos amarrados al puente es una fotografía que debemos incluir obligatoriamente en nuestra visita. No es para nada caro alquilar un barco por al menos dos horas y recorrer la ciudad a través del Canal.




                                                                      CAHORS


No existe la más mínima duda. Todos los caminos que se internan en el alto Lot tienen su principal puerta de entrada por Cahors. Esta verdad geográfica también la conocían galos y romanos y de ahí que fundaran en ese estratégico lugar la ciudad de Divona Cadurcorum. Otro motivo que les impulsó a esta elección era la existencia de una surgencia sagrada —Fontaine des Chartreux— que después de dos mil años todavía sigue surtiendo de agua potable a la localidad.

El meandro sobre el que se asienta Cahors, rodeado por colinas cubiertas de bosques, es tan cerrado que visto desde arriba semeja una perfecta península con su correspondiente istmo. Los más curiosos tienen un buen lugar para contemplar esta singular disposición paisajística en el cercano mirador de Mont St.-Cyr.

Bien desde esta atalaya o bien internándose en el corazón de la ciudad, en seguida uno se da cuenta de la prosperidad de la que gozó Cahors durante la Edad Media. Su mayor esplendor data de los siglos XIII y XIV, cuando se convirtió, favorecida por la llegada de comerciantes y banqueros lombardos, en uno de los mayores emporios económicos de Francia. Un acontecimiento de la crónica social del año 1322 es la mejor prueba de esta importancia: Jacques Duèze, natural de Cahors, fue elegido Papa. Juan XXII no se olvidó de su ciudad y la dotó con una prestigiosa Universidad.

La guerra de los Cien Años marcó un notable paréntesis en este floreciente período, ya que en 1360 la ciudad fue cedida por el Rey de Francia a los ingleses. La mayor parte de sus habitantes tomaron el camino del exilio y toda la urbe sufrió un importante deterioro.

UN PUENTE FORTIFICADO
A pesar de estos avatares históricos —a los que habría que sumar los enfrentamientos del siglo XVI entre católicos y hugonotes—, Cahors ha sabido conservar una buena parte de sus monumentos. El más famoso de todos y el que se ha convertido en símbolo inequívoco de la ciudad es el Pont Valentré, una admirable construcción militar de mediados del siglo XIV. El puente, que salva las aguas del río Lot por medio de siete arcos apuntados, aparece custodiado por tres elevadas torres rematadas con matacanes. En un cercano muelle se puede tomar un barco que permite descubrir unas insólitas panorámicas del puente y de buena parte del entorno urbano.
Puente en Cahors



Saint Cirq La Popie (afueras de Cahors)

 
                         












                                   




             

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